Más allá…
más allá…
proa
al poniente..
A salvo de
las aguas traicioneras,
de la
furia salvaje,
alucinada,
de la
fuerza golpeando contra el fango
como
indómitos potros sediciosos
liderando
manadas,
tensando
cada músculo de espuma,
engendrando
en la huella de sus cascos,
un trueno
subterráneo,
amenazante,
-sin
cabestros capaces de humillarlos
a la
conformidad de las amarras-
que
cabalgan,
bravíos,
por
el cauce,
excitados
a muerte sus ijares
con
espuelas de rabia.
Es necesario
andar,
hombre y distancia,
por las
viejas alturas de la costa
donde
buscan refugio los silencios
de
migración amarga.
Es necesario
huir
bogando ausencias,
cargando,
mansamente,
el bagaje
de miedo en las espaldas.
Y guardar,
por los sueños de la
sangre,
la memoria
furtiva de un recodo,
un harapo
de luna entre los sauces,
la osadía
de un trino en la llovizna,
la sombra
de una garza,
en tanto
un llanto ardiente,
amordazado,
mastica el
desarraigo en las entrañas.
Más allá…
más allá…
sobre
las grupas
salpicadas
de greñas sudorosas
y lenguas
erizadas,
asediados
por olas invasoras,
trepan dos
soledades vulnerables
mientras
bufan los belfos,
persistentes,
contra la
ruina gris de la barranca.